La arquitectura de la revolución mexicana responde a su tiempo a través de la recreación de los signos identificados con la historia real, el imaginario de época de guerra y las reivindicaciones sociales, reconstruye el pasado reciente (no escapa el pasado remoto) y promete el futuro luminoso, se constituye en símbolos y se erige en emblemas dentro del afán de crear torreones culturales ligados entre sí para configurar determinadas formas en el espacio urbano. Es arquitectura con significados más o menos coherentes y referidos a la misma matriz ideológica reivindicativa plasmada con intenciones retóricas, no sólo manifiestos en el uso de los espacios, sino también, y sobre todo , en formas dirigidas a comunicar mensajes, a reiterar con aire renovando la "toma" de cada lugar, la conquista explícita del entorno, cuya transformación legítima se da tramo a tramo, la expansión interminable del poder materializado de un estado voraz.
Cada hecho arquitectónico es en este contexto un punto de avance y defensa coordinado por estrategias de ocupación del gran tablero del territorio y la ciudad, donde nunca faltan vacilaciones, retrocesos, caos, o saltos audaces, pero todo remite al "origen": la revolución fundadora. Combinada con la pintura del muralismo, la escultura celebratoria y el urbanismo, la arquitectura se integra en un texto complejo, es resultado temporal de normas, claves y códigos enlazadores de emisores y destinatarios, es la narrativa peculiar d la vida en la ciudad basada en la modernidad sedienta de progreso.
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